26 mar 2010

A pierna Suelta


Tener sueños es muy parecido a la cruda y los efectos del alcohol. Incluso al acto de beber demasiado. Porque digamos la cruda, cuando bebes mucho siempre viene la esperes o no. También el día siguiente recuerdas vagamente que pasaron cosas algo bizarras. Algunas de ellas son delatoras de tu ser privado. A veces ni siquiera tienes una leve idea de qué pasó “anoche”.

En fin, varias cosas hay similares entre soñar y emborracharse. Lo bueno o malo de los soñar es que eventualmente lo haces en algún momento del día lo quieras o no, y claro no tienes que pagar por ello. Además acorde a la ley puedes soñar en casi cualquier lugar. Y eso de beber ni es gratis y ni puedes hacerlo en cualquier parte. Pero por supuesto hay gente que casi no ve diferencia alguna entre soñar y beber, desgraciadamente.

De cualquier modo, soñar acarrea consecuencias digamos menos graves. Claro con las marcadas excepciones de aquellos momentos y lugares en los que es mejor simplemente no soñar. Nadie quisiera que cuando un día por casualidad por fin descubriéramos que no estamos solos en el universo, y en el preciso momento del encuentro cercano del tercer tipo el  fotógrafo se pusiera a soñar en lugar de captar la evidencia de la visita a nuestro mundo de vecinos galácticos. Ni que decir de los conductores de autos, grúas, aviones o cualquier maquina-objeto de la índole manéjese mientras se está despierto porque podría ser el responsable del “sueño” eterno de algún otro ser.

Irremediablemente llegará un momento del día en el que iremos a dormir. Y en ese justo instante seguro vamos a soñar. Ahora bien, no aplica la onda de soñar en tanto fantasear, mientras se está consciente, en que nuestra persona en algún momento del incierto futuro se verá involucrada en algún tipo de evento magno que reconozca sus habilidades o talentos sean físicos o intelectuales o bien azarosos. No, no se trata de, la concepción de soñar extendida por tradición, de vernos ganando “oscares” o “emmys” o algún tipo de estatuilla manufacturada enchapada de oro  que enchule tu sala.

Soñar se trata de no estar. Más allá claro, de no estar evidentemente despierto. Sino de “ver para adentro” o “estar en los brazos de Morfeo”. De llegar a un lugar de tu mente, de manera inconsciente. De viajar por tus anhelos, por tus pulsiones más hondas. Por tus desviaciones morales o éticas más tentadoras. Sí, soñar aquí involucra el salto a dentro de la mente que todos hacemos. Qué miedo ¿no?

Y soñar involucra tantas cosas que seguro en una vista rápida a Wikipedia podrías descubrir. Lo curioso de soñar es que normalmente el sueño es un reflejo de nuestra mismísima realidad consciente. Pareciera que entramos en un mundo lleno de fantasía, de predicciones proféticas o de fantasmas que esperan a que duermas para que te atormenten. Por más que te des miedo, esos fantasmas son tú mismo. Y esas “predicciones” serían más bien anhelos.

Desde hace ya más de un siglo el estimado por varios y temido por muchos, don Freud, desmintió el sentido profético de los sueños. No, desgraciadamente él ya lo dijo, los sueños no son un mensaje inspirador de los dioses. Los sueños se nos presentan como oportunidades codificadas para conocernos mejor. Para revelarnos a nosotros mismos quiénes somos. También pueden decirnos qué queremos hacer. Qué nos da miedo o qué nos da gusto y un montón de cosas más. Y los sueños suelen ser más sinceros que nosotros mismos.

Podremos verlo como una especie de “desconexión” en algunos casos. ¿Y de qué nos desconectamos? Pues de las pautas de pensamiento lógico que acatamos. Nos quitamos de encima el orden de las ideas. Nos volvemos artistas de la representación simbólica de nosotros mismos y lo que nos rodea. Y es ahí donde la verdadera inspiración puede traer al mundo consciente cosas maravillosas. Y no al fondo de una botella de licor como muchos pueden intentar.

Sabemos que algunos de los inventos más grandes de la historia, que esas construcciones y manifestaciones de la humanidad han nacido en la caja porta neuronas mientras ésta administraba sus residuos de estímulos de la vida consciente. Ya sabemos que existe el surrealismo por ejemplo.

Y sabemos de la génesis onírica de Frankenstein, Dr. Jekyll and Mr. Hyde, la máquina de coser, algunos relatos de Stephen King, enigmáticas pinturas de Dalí y Remedios Varo y de muchas cosas más. Lo interesante de todas estas creaciones es que nacieron en un mundo aparentemente ilógico y  fantasioso. Pero a fin de cuentas dentro de la mente de sus creadores.

Su un día caminamos en un campo de terciopelo morado satinado, con un cielo rosa mate con nubes de chocolate y vemos venir a una señora tipo “mujer saliendo del psicoanalista” mientras palomitas de maíz de 4 metros de diámetro caen como lluvia, muy posiblemente se trate de un sueño. Del cuál podríamos bien hacer una canción o un libro o una novela.

Figúrate que un día pasas volando junto a un  taxi hecho de periódicos y ves una chica guapa de ojos caleidoscópicos, pudiste bien ser el autor de Lucy in the sky with diamonds por ejemplo. Aunque esa ya te la ganaron quién quita que un buen día despiertas y lo primero que dices es ¡Eureka! Y tiempo después alguna calle de alguna ciudad tiene tu nombre por ser el inventor de ese nuevo objeto indispensable que anuncian en la madrugada por la tele abierta. O mejor aún tu foto podría aparecer en un billete de siete pesos.

Interesante saber de dónde surgen esas construcciones que parecieran irreales. El camino neuronal que recorren los pensamientos pareciera estar lleno de adornos. Flores a los lados que escupen inspiración y que huelen a deseos. Con faros de luz que iluminan miedos y tal vez banquetas echas de pulsiones. Con basurillas de residuos de realidad. Lo bueno de los sueños es que usan las más de cien mil neuronas que el alcohol se empeñaría en destruir sea esto mito o no.

Imagina simplemente que cada pensamiento recorre unas diez mil neuronas. Y que mientras duermes estos pensamientos recorren caóticamente una red de carreteras interminable. Imagina que hay pensamientos que no tienen permiso de correr las carreteras de la conciencia por que hay pensamientos policía (ética, moral, tabú) que no los dejan. Entonces mientras duermes ellos van y vienen sin que los puedas detener.

La gran ciudad que es nuestro cerebro esconde miles de sitios donde los conceptos se alojan. Y en todo caso a veces tu mapa mental consciente no te da chance de usar el “gps” para conectar los puntos que dan origen a una idea. Y cuando duermes esos conceptos viajan con los pensamientos y de pronto chocan y se mezclan. Como si llenaras dos globos con pinturas de colores distintos y los pusieras en una lavadora.

A veces parece que cuando duermes eres un simple espectador de una gran función de cine. Y puedes ver pasar todo lo que tu cerebro ha recolectado. No despiertes yendo a un libro a buscar el significado de tu sueño. A pesar de seguir pautas culturales similares que permiten hacer una compilación de significados, cada sueño que tengas es único y revela asuntos que te conciernen sólo a ti. Sería genial despertar y anotar o dibujar el sueño y subirlo a internet. Y crear un mundo paralelo de sueños y buscar en ese mundo soñadores parecidos a ti.

Un día mientras lees podrías soñar que lees y así volverte escritor. O como Novalis estar a punto de despertar porque soñaste que soñabas. Entonces en un momento raro de la vida te encuentras a un payaso que te ha corrido de su “curso para ser payaso”. Mientras lloras a orillas de un lago en Chapultepec una tortuga te sale a consolar. Y en ese instante una chica de ojo verde que llora te pide un pañuelo. Y cuando lo sacas de las mangas de tu chaleco, amarrado trae otro y así hasta que cada pañuelo es una losa en un camino que te lleva a un castillo de cartas de baraja española donde el sota de pastos te pide “cover” y de la bolsa sacas seis de oros mientras se abre una puerta que te deja sobre una palomita de maíz que vuela como una nube sobre un campo de terciopelo azul. Cuando en ese instante un cabello de la mujer que sale del psicoanalista te pide la hora y tu reloj muestran nada más que la persistencia de la memoria y entonces te peguntas qué demonios estás leyendo y en ese momento despiertas y te alegras de que fue todo un simple sueño.

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