Hace rato, cuando me senté frente a la computadora a hacerla de multitask multiorgásmico como siempre, me llegó una de esas sensaciones que se parecen a la euforia. Y esta vez estaba enfocada a realizar un acto sencillo. Poner mis dedos a escribir.
Como siempre pasa cuando eso pasa, pude soltar algunos caracteres que se fueron convirtiendo en palabras y formando oraciones y así, que por supuesto luego borraba. Pasó muchas veces y pensaba que como en el libro vacío, escribiría nada más para mí. Pero, también como en el mismo libro resulta que siempre no. Entonces bien pude convertirme en el tal García.
La cosa es que luego de robarle a mi vida unos minutos para perseguir una inmortalidad que no alcanzaré más allá de mis conocidos, me puse a pensar en lo que me podría estremecer. Así sencillito, hacer sentir. Que no fuera físico claro, porque eso ocuparía poner una clasificación de contenido para adultos, lo cual es tentador y seguro algún día narrare interacciones carnales.
Total, que por ejemplo una composición de instrumentos de cuerda son de esas cositas que siempre provocan una emoción que se acerca al anhelo del ser más grande espiritualmente(ay que mamón se lee eso). Una cosa tipo mashup de nostalgia con euforia y esperanza. Chance por eso las notas largas de violines, violonchelos y demás, están presentes en ciertos clímax y epílogos de cierto tipo de géneros cinematográficos. Las que más me han gustado están en Barry Lindon y La princesa Mononoke.
Hay muchos ejemplos más. A veces me llama la atención lo que la gente hace cuando creen que nadie los ve. Cuando hacen gestos en lo que creen su muy pública intimidad. Como el individuo que se ríe de una desgracia ajena. Los que se apenan de que los ven cuando son protagonistas de la desgracia. Los que en el metro leen y se ríen solos. Los asustados, los paranoicos. En fin. Eso me agrada, ver a la gente cuando son sólo personas. Que se dejan ver como son sin la típica máscara de norma moral o ética o social. Que es lo irónico, cuando por la misma norma muestra por segundos lo que son. Eso me hace sentir más normal.
Y así, también un paisaje que me recuerde lo insignificante que es el ser humano. Como una noche híper estrellada. Una montaña híper grande y así. Como un libro. Una canción, y ni tanto la canción entera. Sino esa frase que te llega al centro en el momento justo. Esa frase que gritas una y otra vez. Esa frase clímax de la emoción. Que cuando la escuchas lloras. Que cuando la gritas te desvives.
Y así. Como estar en Pennard Hill, sentado así viendo. (Vía lot105)
Libro Vacío. Josefina Vicens Me lo prestó una amiga muy estimada. Gracias
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