7 jun 2010

Las charlas efímeras de hoy

Andaba muy conversador con mis progenitores. La verdad la gente con la que vivo me cae muy bien cuando está de buenas y se sabe llevar. Mejor suerte no pude tener. Estoy agusto con ellos, mi familia.

La cosa pues, es que hablabamos de "la suerte". De la manera en que las cosas se acomodaron, una tras otra, para que mi hermano menor hiciera su examen de admisión para la UNAM.

Esa historia es larga. Pero lo que me sorprendió del asunto es que realmente, a pesar de que mi madre y mi padre tienen una educación tradicional católico-apostólico y romana según ellos, pudieron aceptar que la vida y lo que somos hoy, es producto de una serie infinita de coincidencias.

De poco en poco fueron enumerando los hechos. Que uno tras otro, efímeros cada uno, fueron trayendo la consecuencia mencionada.

Así no sólo aceptaron de que la mano de Dios no necesariamente está en todos mentados lados. Sino que además, lo que nos ha tocado de mala suerte es nada más que suerte. Que ni es karma (aunque ellos no le llamarían así) ni es porque alguien nos ande haciendo brujería.

Me dio mucho gusto que lidiaran con la tal suerte. Porque sé que ya saben que cuando nos va rete mal, es un absurdo pregunar ¿por qué a mí?

Y que somos nosotros quienes decidimos a fin de cuentas si la suerte que tenemos nos la merecemos o no. Y que las cosas simplemente pasan por azar y por las deciciones que tomemos. Que la diferencia entre nosotros y otros no es la suerte que nos toca, sino cómo le hacemos frente.

Eso me gustó de mi día.

Somos responsables no sólo de lo que hacemos y decidimos, sino de cómo enfrentamos cuando todo o nada sale como queremos. Y que pedirle a Dios, si bien no está de más, por aquello de las dudas y chicle y pega, no todo es su canija y mentada culpa.

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